El uso de personajes históricos en argumentaciones ideológicas tiende al inútil
L'onze de setembre de 1714 - Antoni Estruch |
En el actual debate
sobre el independentismo de Cataluña a menudo se utilizan personajes históricos
para defender una postura u otra. Buen ejemplo de ello es la campaña de cierto
partido político unionista que utiliza figuras históricas del catalanismo en
contra de esta postura política, consiguiendo impacto rápido al dirigirse a las
raíces del catalanismo. Una de los mejores ejemplos en este sentido es el uso
del abogado y político catalán Rafael Casanova. Yo no entraré en temas
ideológicos, sino en la vacuidad de estas argumentaciones o usos de personas ya
fallecidas. Valga decir que esta aproximación sirve para todas las ideologías,
no sólo la mencionada ahora.
La ideología política
de cada uno depende del momento histórico que vive, con todo lo que ello
comporta: equilibrio de poderes, papel de la política, relaciones internacionales,
situación económica, etc. Es decir, el pensamiento político de alguien no se
puede extrapolar de un momento histórico a otro con ligereza. Un político
independentista o unionista del siglo XVIII no puede ser símbolo ni del
unionismo ni del independentismo del siglo XXI.
A modo de ejercicio
teórico y con el resultado de provocar una discusión sin fin cuando ambos
interlocutores son mínimamente decentes, como mucho podemos analizar la figura
histórica, textos, discursos, comportamiento, etc. e intentar deducir su posicionamiento
más acorde con dichos antecedentes, tomando en consideración, como es evidente,
los hechos posteriores a su fallecimiento, hasta llegar a una conclusión que
nunca será concluyente. De hecho, para entender esto ni siquiera necesitamos
poner el análisis en figuras históricas, pues ya hay políticos vivos que a lo
largo de su carrera han dejado de ser constitucionalistas, y quizá más
acertadamente constitucionalistas reformistas del siglo XX, a entusiasmados
independentistas del siglo XXI.
Como viene siendo
habitual en política, y con la finalidad de obtener resultados rápidos, uno
acaba cayendo al absurdo a base de intentar simplificar la realidad y el discurso
a fin de hacerlo populista y de rápida comprensión del votante.
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