¿Cuándo los Estados miembro de la UE dejarán de competir entre ellos y adoptarán un mercado único de verdad?


Una de las primeras entradas de este blog, que posteriormente fui complementando, me sirvió para comentar y criticar la falta de integración en la UE y hoy, más de un año después, los mismos problemas siguen sin resolverse. Esta entrada sirve para repasar temas vistos y complementarlos, aunque no hay mucho nuevo que añadir, pues el inmovilismo de los gobiernos estatales en este sentido es dantesco. El free-riding, la prima de riesgo, el dilema norte-sur... siguen a la orden del día.

A día de hoy el avance del proceso de integración comunitario tiene dos graves problemas en frente. Por un lado el euroescepticismo y por otro, menos evidente pero más peligroso y sutil, el inmovilismo. El peligro más grave al que se enfrenta Europa no es criticar negativamente la UE, pues toda critica es estimulante y ayuda a mejorar, sino quedarse a medio camino, es decir defender el régimen actual pero no avanzar (que es la postura imperante en la actualidad).

La crisis cogió Europa a medio camino de su proceso de integración y esto supone un desafío muy grande, en primer lugar por la falta de órganos comunitarios que podrían existir si la crisis fuera más tardía y porque en las crisis una respuesta muy habitual es el aumento del proteccionismo. Es por eso que, incluso a nivel internacional, una de las prioridades de los Estados (G8, G20, etc) ha sido evitar la aprobación de medidas proteccionistas.
Impression, soleil levant - Claude Monet
A nivel de UE el riesgo a que se aprueben medidas proteccionistas es insignificante gracias al consolidado principio de mercado único. El problema es que junto al mantenimiento de este principio y otros del acervo comunitario, existe la necesidad de integrar fiscal, bancaria y políticamente la UE. La cuestión a resolver es qué está frenando este proceso. Puede, aunque en esto no hay respuestas seguras, que los Estados miembro estén actuando con la vista puesta en los intereses partidistas de los Estados. Es decir, en cierto modo algunos Estados de la UE son considerados inversiones seguras e incluso valores refugio, mientras que otros Estados miembro son vistos como insolventes e incluso posibles expulsados de la UE. De hecho, aunque ni siquiera hubiese una expulsión podría promoverse la creación de la Europa de las dos velocidades, y esto es un riesgo que ya afecta a la confianza de los inversores. Este egoísmo entre Estados (free-riding) viene dado, en gran parte, por la falta de integración política de Europa, que en principio es el último paso de este proceso comunitario. Es decir, cuando un político alemán o danés defiende una postura u otra en Europa lo hace con la vista puesta en sus votantes a nivel interno, no con ánimo de mejorar la UE y su ordenamiento jurídico.

Si miramos la presión fiscal de los Estados miembros vemos que existen grandes diferencias en el los distintos impuestos societarios, sobre la renta de las personas físicas y en concepto de IVA, por poner algunos ejemplos. Este hecho refleja la desigualdad entre Estados, donde estos compiten entre ellos para atraer a multinacionales. Buen ejemplo de ello es lo ocurrido en Irlanda, que ha sido utilizado como sede central de muchas multinacionales, especialmente americanas.

Junto a la injusta desigualdad en la presión fiscal sobre los rendimientos obtenidos en Europa tenemos otro problema, que es la diferencia de trato en la deuda pública de los Estados. En este caso la diferencia entre europeos es enorme, tanto que si hay un motivo que puede fracturar la UE es éste. Este problema ya lo vimos en la entrada “El riesgo de impago en Europa es un caos” y en otra titulada “Sobre el proceso de integración europeo y la cooperación internacional, algunos problemas a solventar”, entre otras entradas. Lo que veníamos comentando ya hace meses sigue igual, es decir que Europa no ha solucionado la diferencia de trato que se da a los gobiernos comunitarios. Parece que mantener esta presión sobre los gobiernos más endeudados es una forma de disciplinar los gobiernos, pero esto está hundiendo el crecimiento. De hecho, si los Estados miembro que están recibiendo depósitos y rebajas en el coste de la deuda pública creen que esto les beneficia, deberían tener en cuenta que esto está perjudicando la imagen de Europa y expandiendo los problemas concentrados en pocos Estados a otros, tal y como se está evidenciando en Francia.

Finalmente, hay que remarcar que la rebaja de la prima de riesgo no refleja una posible mejora de la situación europea, y menos aún que los problemas comentados hayan sido resueltos de repente o que no hayan existido. Sobre este tema no entraremos ahora, pero como se ha apuntado en varios medios, la inyección de dinero tanto en Europa como en terceros países hace que estos inviertan en deuda pública y no en el sector privado, bajando el interés a pagar por los Estados, pero no beneficiando la economía real.

Algunas de las preguntas que extraemos de esta entrada y otras ya publicadas...

¿Para cuándo un Parlamento Europeo de verdad? Hoy en día es el único órgano de la UE democráticamente elegido, pero cuando hay que tomar decisiones importantes no puede imponerse. En realidad quien tiene más poder es la Comisión, que es una representación de Estados no de ciudadanos europeos.

¿Para cuándo una centralización en la emisión de deuda pública europea? Si realmente buscamos una UE, con un mercado único y misma moneda, que sentido tiene que la deuda de sus miembros tenga diferenciales del 5% o más. Que la deuda se emita a nivel comunitario, sin perjuicio que luego entre Estados miembros se responda proporcionalmente.

¿Para cuándo una promoción generalizada y efectiva del plurilingüismo? Para que el mercado no se encuentre segmentado a efectos prácticos, el conocimiento de dos o tres idiomas debe ser generalizado a toda la población, desde las clases más bajas a las más altas.

¿Para cuándo una presión fiscal igualitaria en todos los territorios de la UE? Los motivos meramente fiscales no deben ser un instrumento de los gobiernos internos para atraer inversiones, la competencia promueve el progreso cuando no se basa únicamente en cuestiones financieras.

Etc.

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