La política del Gobierno de España respecto a la independencia de Cataluña como amenza en un juego secuencial
*Esto es un ejercicio simplificado de la realidad, pues
es imposible analizar todas las variables y eso no se pretende hacer aquí. De hecho es
imposible identificar todas las variables y prever el resultado. Como premisa de este escrito se acepta la existencia de un déficit catalan (balanzas fiscales) de 16.000 millones de euros al año.
Ante la posibilidad
de secesión de una parte de un Estado, existen muchas estrategías a seguir por
quienes no desean la división del statu quo. Sin embargo, la estrategia por
parte de los dirigentes del Estado existente hacía los independentistas puede
derivar muy facilmente hacia la amenza. En el Reino Unido el uso de la amenaza como
tal no ha existido (entendiendo por amenaza la voluntad de no llegar a acuerdos
post-secesión o incluso boicotear la economía del territorio separado), pues si Escocia decide independizarse
parece que habrá voluntad de cooperación. Por el contrario, en el caso
español sí se está utilizando la estrategia de la amenaza (entendida como no voluntad de cooperación, tal y como ya se ha dicho).
La situación de
secesión de parte de un territorio se puede analizar como un juego secuencial,
siguiendo la teoría de juegos. Y, en el caso de España, hay que tener en cuenta
que en este juego participa el elemento de la amenaza. En
este tipo de situaciones el primero en mover debe analizar las posibles
consecuencias de esa amenza para descartarla o creerla.
Si Cataluña decidiera
secesionarse de España esta segunda tendría dos opciones, siendo a) negociar o b) no
negociar. Según la amenza previa, España no negociaría, pero esa amenaza es
sólo una estrategía que juega ex ante, es decir, antes de la posible secesión.
Una vez el territorio en juego se ha separado, pactar o no pactar dependerá de
las consecuencias económicas de esas dos opciones, no del hecho de haber utilizado
la amenaza como disuasión.
No negociar para
España puede suponer (en principio y de forma simplificada) una pérdida de
16.000 millones de euros al año, si tenemos en cuenta las balanzas fiscales
(las que utilizan el sistema más defenido por los economistas, en este punto no entraremos ahora) y un beneficio
para Cataluña de 16.000 millones. Sin embargo, de esos 16.000 millones Cataluña
debería restar la probable disminución de ventas al territorio español (y mayores costes de exportación, al menos hasta firmar acuerdos de libre comercio). A su
vez, España también perdería otras cantidades distintas a los 16.000 millones
que actualmente reparte de la actividad económica catalana a otras comunidades autónomas españolas.
Es decir, Cataluña se ahorraría algo, pero menos de 16.000 millones y España
perdería más de 16.000 millones.
Como se puede ver, la situación independencia sin pacto supondría una péridida más importante para
España que para Cataluña. Sin embargo, también es cierto que las pérdidas de
Cataluña ante una situación de confrontación con España podrían dar lugar a pérdidas que dejaran en nada el ahorro de los 16.000 millones
repartidos en concepto de solidaridad. Aún así, el punto clave no es la mayor o
menor pérdida de Cataluña ante una independencia no pactada, pues en este supuesto se entiende que Cataluña acabaría obteniendo un mínimo de ahorro, sino la pérdida
segura para España (incluso dando pérdidas para Cataluña el punto clave sigue residiendo en las pérdidas para España).
En consecuencia, la
salida racional a la secesión pasa a ser el pacto y en este se entiende que de
los 16.000 millones que Cataluña se ahorraría en concepto de solidaridad, en
realidad pasarían a ser menos, por ejemplo 10.000 millones, dando lugar unas
pérdidas para España de menos de 16.000 millones, esto podría ser, siguiendo
con el ejemplo mencioando, de unas pérdidas de 6.000 millones, en lugar de las
mayores pérdidas resultantes de la secesión no pactada (que serían como mínimo
de 16.000 millones).
Otro hecho a tener
en cuenta es que una de las partes no actúe de forma racional, pues las medidas
políticas no siempre se ejecutan mirando exclusivamente a resultados eficientes,
sino por la obtención de votos. Buen ejemplo de ello es la falta de inversión a
largo plazo en I+D o en educación.
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