Reflexiones a la vista del conflicto entre España y Cataluña
Sortida de la lluna - Joaquim Vayreda |
Quienes me conocen saben que
sólo revelo mi ideología política en círculos muy íntimos, prefiero hablar de
temas más objetivos como el derecho, igual que muchas otras personas.
Comportarse así es normal y racional, no por querer gustar a la mayoría ni por
miedo, sino porqué entre las distintas posiciones políticas respetuosas ninguna
de ellas es mejor que otra. Sin embargo, en esta ocasión sí hablaré de
ideología política, pero centrándome en la ideología que compartimos muchos, ya
sean de izquierdas, derechas, independentistas, uninionistas, comunistas,
capitalistas o de cualquier otro posicionamiento que respete unos mínimos
derechos igualitarios entre personas.
Vivimos en una época donde tenemos
la capacidad de acceder a tanta información y educación, que ni siquiera
dedicando la totalidad de nuestras vidas llegaríamos a asimilar. En los países
llamados desarrollados la gran mayoría tiene la posibilidad de viajar y darse
cuenta, en su propia piel, de los privilegios a los que tenemos acceso, sin
importancia de que sean merecidos o no. En cambio, cientos de millones de
personas, por no decir miles de millones, viven en sociedades con condiciones
muy duras.
Ante esta situación damos por hechos
nuestros derechos, pero éstos no son una recompensa sin más, son el fruto del
trabajo de mucha gente y merecen un respeto y un esfuerzo por nuestra parte,
tanto para mantenerlos como para mejorarlos. Nacidos con esta suerte, la
posición más cómoda es seguir la corriente que nos llama a la estabilidad, a no
tocar el statu quo, a no molestar y seguir trabajando, a intentar mejorar
nuestro país calmadamente, sin ruido ni movimientos bruscos, para que el
crecimiento económico sea cuanto más alto mejor. Actuar de esta forma no nos hace
merecedores de los privilegios que damos por hechos, sino todo lo contrario.
Sabemos que gran parte de la población por muy trabajadora que sea y por muy
honradamente que actúe nunca llegará a tener las posibilidades que tenemos en los
países desarrollados. Si merecemos algo quienes hemos nacido en el estado del
bienestar y hemos sido incapaces de responder con honradez y esfuerzo,
mejorando la democracia, la educación, la tolerancia y demás valores básicos,
es volver a empezar de cero, sin facilidades, para que futuras generaciones
aprendan de nuestros errores individuales y colectivos.
Durante el conflicto entre
España y Cataluña se están viendo comportamientos por ambos lados que intentan
justificar los medios para la obtención de un resultado, pisoteando los valores
más básicos para lograr un fin que no está a la altura del daño causado. Si
bien, creo que uno de estos lados está siendo más indecente que
el otro, ello no quita que el conflicto en general no nos dignifica como
colectivo, ni por un lado ni por el otro. Si la independencia es lo que quiere
la mayoría de los catalanes así será antes o después y, si por el contrario, la
mayoría no quiere esta secesión, no la habrá. Sin embargo, sea cual sea el
resultado final, el camino a ese resultado nunca compensará el menosprecio a la
tolerancia, la educación, el objetivismo y el funcionamiento democrático.
Antes que la estabilidad, que
nuestros trabajos y nuestros bienes materiales, o antes que el buen
funcionamiento de la economía española o catalana están los valores que
comparten todas las ideologías políticas respetuosas. Los valores que debemos
reforzar ahora más que nunca son el del respeto, la educación, la objetividad y
la democracia. Si no atendemos estas necesidades, la mejor manera de aprender
es perdiendo los privilegios que nos han venido dados.
Luchar por estos valores por
encima de la estabilidad económica de uno mismo, de la integridad de un Estado
o incluso las ideologías políticas propias, es la vía para una convivencia más
humana y para seguir avanzando en todos los aspectos. El objetivo político de
un pueblo, sea cual sea, no justifica renunciar a los valores, pues, por muy
legítimo que sea desear la unidad de España o la independencia de Cataluña, la organización
territorial de una comunidad no es ni un valor ni un bien en sí mismo, sino una
mera organización socio-política. Que existan conflictos como la posibilidad de
una secesión entre Cataluña y España es algo razonable, pero las prácticas que
se están empleando no lo son, en tanto el resultado final no es un bien en sí
mismo. Ante este conflicto la solución es tan fácil como dejar que la mayoría
de los catalanes decidan qué quieren para Cataluña, estando previamente informados,
pues el ejercicio del derecho de autodeterminación hay que ejercerlo con
responsabilidad, pero, también, actuando de buena fe ambas partes para
implementar a posteriori la decisión tomada. Al final, la cuestión real que está
en juego es si existe o no cohesión suficiente como pueblo entre los ciudadanos de
Cataluña y España para gobernase en un único Estado, pues es una evidencia que las relaciones comerciales sí
existen y deben seguir, hasta el punto que la caída económica de uno de los territorios lleva consigo la
del otro.
A pesar de lo que se dice a
menudo, el independentismo tiene su origen en muchos motivos distintos y el
nacionalismo o el adoctrinamiento no son, ni mucho menos, los principales detonantes. El
principal detonante viene de la falta de respeto mutuo entre catalanes y
españoles, por problemas de información sesgada y falta de esfuerzo de la gente
por auto-educarse en esta cuestión, hasta el punto que ambas partes se han
desconectado ya de la otra como pueblo.
Si bien, de momento no nos
estamos llevando nada bueno de todo este conflicto, tanto catalanes como
españoles aún estamos a tiempo de aprender algo. Estamos a tiempo de aprender a
convivir ya sea en el mismo Estado o en distintos, a educarnos mejor leyendo y
observando más mientras contrastamos la información, a ser más democráticos, a
no considerar la existencia de los Estados como valores per se, a no permitir
que los políticos sean mediocres, a no permitir que la corrupción y los
intereses económicos guíen las decisiones políticas, a ser más proactivos con
las necesidades de nuestras comunidades, a aceptar que a veces nuestro
posicionamiento es mayoritario y a veces no, en definitiva, a ser gente más
trabajadora, más informada, más honrada, más tolerante y más implicada.
Felicitats Àlex, no en canviaría ni una coma!
ResponderEliminarTotalment d'acord Àlex, felicitacions pel teu escrit en el que reivindiques els valors que han de tenir les societats.
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