¿Ante el inmovilismo de la UE, el levantamiento de la EFTA?
La Unión
Europea se encuentra inmersa en un proceso de negociación estancado con el
Reino Unido y las dificultades que surgen en este proceso invitan al Reino Unido
a trabajar en su integración en la European Free Trade Association (EFTA), aunque también tiene dos escollos en el camino.
A su vez, en
Cataluña la posibilidad de una independencia unilateral coge fuerza y, si bien,
el Tratado de la Unión Europea (TUE), no contempla una regulación
expresa del tratamiento de una secesión interna, entendido como la secesión de
un territorio de un Estado ya miembro, sin voluntad por parte del territorio secesionado de separarse de la UE (es decir
de invocar el art 50 TUE, visto en esta entrada), finalmente se ha impuesto la
interpretación contraria al mantenimiento del territorio secesionado (aunque no se haya pronunciado ningún tribunal).
Ante esta
perspectiva, Cataluña necesita facilitar al máximo posible el comercio internacional
y para ello caben, básicamente, tres alternativas: (i) un acuerdo comercial directo con
la UE, donde no es necesario el consenso de todos los Estados miembro, (ii) un acuerdo comercial con un Estado que tenga acuerdos de libre comercio
con la UE, o (iii) adherirse a un tratado internacional que permita el comercio
con la UE. En esta tercera alternativa se halla la EFTA, que permitiría una vía
para territorios como el Reino Unido y Cataluña para participar del mercado único de la UE. Además, la EFTA tiene acuerdos comerciales con otros Estados adicionales
a la UE.
Los estados
miembros actuales en la EFTA son Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, si
bien, uno de sus primeros miembros fue el Reino Unido, abandonando el tratado para entrar en la UE.
En un hipotético
marco dentro de la EFTA, hay que tener en cuenta que el Reino Unido está en una posición
más favorable, en tanto cuenta con un sistema financiero y una moneda propia de
prestigio, así como ser un Estado reconocido por todas las autoridades existentes. Por su parte, Cataluña se enfrenta a dificultades en su reconocimiento y tiene el dilema de decidir si, como posible estado
independiente, asumiría como moneda el Euro, sin tener ni voz ni voto sobre su gestión y, por lo
tanto, si aceptaría esta moneda aunque no le fuera propia, o si emitiría una
moneda propia. La opción que se plantea como más factible, es la
creación de una moneda propia y la aceptación generalizada del Euro como moneda
de ese nuevo estado, sin ningún tipo de control político sobre su gestión.
La principal aportación
de la EFTA es que ésta tiene un acuerdo comercial con la UE, consistente en la participación de sus miembros en el
mercado único. Además, cuenta con decenas de
acuerdos comerciales con otros terceros estados ajenos a la UE.
Si hasta ahora
no se ha cerrado un acuerdo entre el Reino Unido y la EFTA para su inclusión
es, al parecer, que parte de los votantes favorables al Brexit ven este acuerdo
como una especie de fraude al referéndum, ya que no respeta la decisión de abandonar el mercado único y, no sólo esto, la EFTA también tiene pactado con la UE el espacio Schengen, que también votaron abandonar los ciudadanos del Reino Unido. Además, alguno de los miembros de la EFTA (al parecer Noruega) no estaría viendo con buenos ojos esta incorporación. Esta
oposición de Noruega no tendría sentido en el caso catalán, pues se debe a que
la EFTA debe pagar a la UE para beneficiarse del mercado único y el espacio
Schengen, dependiendo de la población que se beneficia del acuerdo. Debido a que el Reino Unido tiene
casi 66.000.000 de habitantes, ello dispararía los costes de la EFTA, que
actualmente cuenta con casi 14.000.000, muy por debajo de la población del
Reino Unido. En cambio, la integración de Cataluña no supondría un incremento relevante.
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