La mejora de la gestión política y económica en las zonas de reducido tamaño


En una sociedad avanzada la fuerza de los Estados para proteger los intereses propios por encima de los demás deja de tener importancia. La globalización de los mercados abre las puertas al comercio internacional y se termina con el proteccionismo que impedía la exportación de pequeños países a grandes.

Las características comentadas, la fuerza y el mercado interior, eran dos elementos que permitían un beneficio para la comunidad, pero a la vez suponía la creación de estados poco cohesionados y sobretodo poco eficientes.

La política de proximidad es aquella que mejor responde a las necesidades de la población, cuanto mayor es la población a gobernar más se aleja la relación político/ciudadano. El actual descontento de la ciudadanía, por su poca participación en las decisiones de los gobernantes, es una buena muestra de este problema. Aún así, es necesario que los territorios tengan normas comunes que permitan las transacciones y colaboraciones entre territorios.  Partiendo de esta idea se puede defender la creación de un Estado básico de tamaño sin limitación de superficie o población (peninsular, europeo, euroamericano, etc), pero conservando un nivel de poder muy próximo al pueblo, dejando sólo para el nivel de poder más alto una serie de competencias mínimas.

Una de las ventajas de proteger el poder político a comunidades de reducido tamaño es que permite la gestión eficiente de las necesidades por varios motivos. Por ejemplo, se obtiene un gobierno conocedor de las necesidades del país, además la concepción de formar parte de una comunidad cohesionada aumenta la colaboración de la ciudadanía en los procesos comunes y la gestión política puede obrar de forma eficiente, reduciendo los gastos, pues a diferencia de lo ocurrido en el sector privado, en el público la economía de escala no juega el mismo papel. No se trata de producir y vender más productos al precio más bajo posible, sino de dar ciertos servicios públicos que satisfagan a la población a la vez que permiten un valor añadido.

Otra aspecto a destacar, como ya avanzábamos, gira entorno a la proximidad de la política en estos territorios. Esta proximidad permite promover iniciativas más democráticas, no hasta el punto de la ciudad-estado de la antigua Grecia, pero si de la posibilidad de recurrir a las listas abiertas y aumentar exponencialmente la participación ciudadana.

Por lo tanto, los recursos deben ser repartidos entre formas de hacer parecidas, cosa que permite remar en la misma dirección y ser más competitivos a nivel internacional. No es cierto que en la actual sociedad globalizada el reducido tamaño de un Estado sea perjudicial para el buen funcionamiento económico de un mercado. Más al contrario, ejemplos como Nueva Zelanda, Irlanda (a pesar del rescate), Noruega, Finlandia, Dinamarca, Israel, Austria, Suecia, Holanda, y Chile, con poblaciones de entre 4 y 17 millones de habitantes, integradas en comunidades supranacionales o no, han demostrado la falsedad de algunos argumentos en defensa de la integración de distintas culturas en Estados vastos (con “v”).

Sobre algunas de las cosas que debería hacer un Estado catalán ver esta entrada.

Comentarios

  1. Interesante - espero que no interesado-. ¿Y el tamaño mínimo? Eurostat divide España para sus informes en zonas que alcancen una población mínima y una máxima, y sería una fórmula válida para una buena gestión. Claro que eso implica que deberían integrarse muchas regiones en otras de mayor tamaño. Y ahí hay muchos intereses creados.

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  2. Sinceramente no sé cual es tamaño mínimo, como dije los Estados mencionados van de los 4 a los 17 millones de habitantes. Suiza por ejemplo tiene un nivel de participación ciudadana ejemplar y tiene unos 7.800.000 habitantes, pero también debemos tener en cuenta que el peso realmente importante de la proximidad ciudadano/político se encuentra a nivel de cantones, que tienen una media de población de sólo 300.000 habitantes.

    En cuanto al Eurostat nos puede dar buenas ideas, pero sólo trabaja con variables económicas, no tiene en cuenta cuestiones culturales. En España la división actual es culturalmente artificial y poco justificable económicamente, pero la creación de las comunidades también ha dividido territorios que podrían integrarse, tal como decías.

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